domingo, 23 de febrero de 2014

Cómo colorear un mandala

Muchas veces un amigo, un terapeuta, un médico o un psicólogo nos recomienda colorear mandalas para superar ciertos problemas de ansiedad, estrés o depresión o, simplemente, para mejorar nuestra capacidad de concentración. El problema es que no suelen decirnos cómo hay que colorearlos ni nos explican la mejor manera de sacar provecho de esa experiencia.

Aquí voy a dar unos cuantos consejos, basados sobre todo en la experiencia personal, para poder hacer un seguimiento de nuestra propia evolución.

1. Elección del mandala
Seamos un poco viscerales. Conviene escoger el mandala que realmente nos apetezca colorear en cada momento. Da igual si ya lo hemos coloreado en el pasado, o incluso si llevamos varios días seguidos coloreando el mismo mandala. Si realmente nos apetece hacer ese mandala y no otro por algo será. Seguramente nos daremos cuenta de que, en estados de ánimo similares, tendemos a escoger mandalas parecidos y a colorearlos de una manera parecida.

2. El lugar y el momento adecuados
Conviene escoger un sitio tranquilo, donde no vayamos a ser molestados, y también escoger un momento del día en el que sepamos que podremos finalizar nuestra tarea sin interrupciones. Si bien no es obligatorio acabar el mandala de una sentada, sí que es recomendable hacerlo así. También conviene que escojamos un lugar donde nos sintamos cómodos y estemos a gusto. Podemos poner música pero no es recomendable tener la televisión o la radio encendidas. No es lo mismo escoger una música que esté en consonancia con nuestro estado de ánimo que tener que absorber lo que se emita en la tele o en la radio.

3. Llevar un registro
También es conveniente tener un cuaderno o una carpeta en el que llevemos un registro de los mandalas. Podemos, por ejemplo, numerar los mandalas por detrás y luego, en ese cuaderno anotar el número, la fecha en que lo hemos coloreado, y las cosas que hemos pensado y sentido antes, durante y después de acabarlo. También podemos dejar un espacio en blanco para hacer anotaciones posteriores.

4. Elección de técnica
Yo recomendaría, al menos para empezar, que se utilizaran técnicas con las que uno estuviera familiarizado y se sintiera cómodo. Siempre tendremos tiempo de incorporar nuevas técnicas y de experimentar. Otra vez, lo mejor es hacer lo que nos pida el cuerpo.

5. Elección de los colores
Alguna gente se plantea de antemano qué colores quiere utilizar. Sin embargo, yo recomiendo dejarse llevar en cada momento y escoger los colores uno a uno. Planificar los colores a lo mejor resulta en un mandala más armonioso a nivel visual, pero ese no es el objetivo del mandala. El objetivo es expresar lo que llevamos dentro y, de la misma manera que al hablar de un tema podemos sentirnos arrastrados hacia otro tema, el hecho de usar un color puede hacer que sintamos la necesidad de usar otro. Decidir los colores de antemano resta espontaneidad y expresividad al mandala. No pasa nada si siempre escogemos los mismos colores, seguro que con el tiempo iremos evolucionando y sentiremos la necesidad de incluir otros colores en nuestro trabajo. De todas maneras, si estamos coloreando mandalas para Feng Shui, sí que vamos a tener que decidir los colores de antemano para ajustarnos a los elementos que queramos representar. En ese caso el objetivo es totalmente diferente al que tenemos cuando coloreamos mandalas como forma de terapia personal.

6. Simbología de colores y formas
Se ha dicho mucho en cuanto a la simbología de los colores y hay mucha información en la red. Lo único que yo quiero añadir, porque me parece muy importante, es que seguramente lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de ella, al menos de entrada. Lo que quiero decir es que, además de la simbología y el significado que tienen los colores en sí mismos, cada uno de nosotros le damos un significado a cada color, y cada color provoca en nosotros sensaciones y emociones diferentes. A la hora de usar el color como terapia, ese significado personal es seguramente el que más peso tiene.
En cuanto a la simbología de las formas, algo que tendría más peso si en lugar de colorear construyéramos nuestros mandalas, pasa lo mismo. Lo importante es poner los elementos que nosotros queramos poner, sin tener en cuenta lo que se supone que significa cada uno.

7. Intentar acabar lo que se empieza
A veces podemos sentirnos incómodos al colorear un mandala. Es recomendable intentar acabar lo que se empieza, pero solo nosotros podemos evaluar hasta qué punto nos sentimos incómodos con lo que estamos haciendo. Evidentemente, si colorear un mandala determinado nos produce mucho estrés, lo mejor será parar y escoger otro, o parar y dejarlo para otro día. Si bien es posible seguir con el mandala en otro momento, yo recomendaría guardarlo inacabado durante un tiempo y, solo después, decidir si merece la pena seguir, o empezar de nuevo con el diseño totalmente en blanco.

8. No estamos haciendo una obra de arte, estamos sacando lo que llevamos dentro
Tengamos esto siempre presente. Algunas veces tenderemos a no usar determinadas combinaciones de colores, o a no mezclar técnicas, o a hacer o dejar de hacer cosas por cuestiones artísticas. No estamos creando una obra de arte, lo que queremos es expresarnos, así que todo vale. Podemos mezclar técnicas, podemos usar collage en un trozo de mandala y acuarelas en el siguiente. Podemos mezclar colores que supuestamente no combinan bien. Nosotros decidimos.

9. Dejar reposar lo que se termina
Antes he dicho que puede ser útil volver sobre lo que ya se ha hecho, observar el mandala terminado y anotar más cosas, pero no hay que abusar. Tenemos que aprender también a pasar página y volver sobre las cosas solo cuando sea necesario.

10. Aceptar los resultados
A nivel estético unos mandalas podrán gustarnos menos y otros más que otros, pero todos valen, todos forman parte de nosotros y son la representación de un momento concreto en nuestra evolución personal.

11. Ser uno mismo
Este consejo es el que resume todos los anteriores y es el más importante. Lo primordial es hacer lo que uno quiera hacer, como y cuando se quiera hacer, sin tener en cuenta ni hacer caso de las influencias externas. Al colorear un mandala estamos trabajando por y para nosotros mismos. No tenemos la obligación de explicar lo que hacemos ni de compartir nuestro trabajo con nadie. Podemos enseñar en mandala si nos apetece, pero no estamos obligados a explicar por qué hemos escogido un diseño y unos colores determinados, ni tampoco estamos obligados a explicar lo que sentíamos durante todo el proceso.


Francesca Verd - mayo 2008.
http://www.atelierdefengshui.com/

martes, 11 de febrero de 2014

Mandalas y Uso Terapéutico

¿AVALA LA CIENCIA LOS BENEFICIOS DE LOS MANDALAS?
Pedro Molina dice:
"El Mandala, vocablo sanscrito que significa “círculo sagrado”, ha sido usado desde hace miles de años por diferentes culturas como un instrumento de sanación basándose simplemente en sus experiencias y vivencias. Quien experimenta sus beneficios no necesita datos estadísticos ni fórmula matemáticas para comprobarlo!
Pero si, existen investigaciones científicas que demuestran los beneficios para la salud física y mental del trabajo con Mandalas.
Debemos el conocimiento y el uso de los Mandalas en occidente al visionario psicólogo suizo Carl Jung, pionero en el empleo de los mandalas como instrumento terapéutico. Comprobó la efectividad de la creación de mandalas no solo en sus pacientes, sino también experimentándolo en primera persona. Concluyó que cuando se crea un mandala este es la expresión visual de la psiquis en ese momento, y destacó que el acto de dibujar un Mandala, además de sacar a la luz y mostrar el conflicto, también proporciona un sentido de orden e integración al mismo. De ahí su efecto calmante y sanador.
Por su parte, la arte-terapeuta Joan Kellogg integrando los descubrimientos y estudios de Jung con su propia investigación y experiencia durante varias décadas, desarrolló un sistema de evaluación para interpretar los mandalas que creamos según emergen en ellos ciertos patrones, colores, formas y configuraciones.
Sin embargo, los postulados de Jung han sido frecuentemente criticados por algunos de ser “demasiado místicos y poco científicos”. El primer intento por avalar científicamente la teoría de Jung sobre los mandalas fueron realizados en 1987 por Slegelis, pudiéndose demostrar con un grupo de estudiantes que dibujar dentro de un círculo les hacia experimentar toda una serie de efectos positivos que no notaban aquellos que dibujaron dentro de un cuadrado. Este fue el primer estudio en demostrar que efectivamente, la elaboración de Mandalas genera un efecto calmante, relajante y sanador que induce una sensación de bienestar general.
Otro hito importante fueron los trabajos de DeLue con niños de entre 5-10 años al comprobar que después de cinco minutos de estar dibujando Mandalas se producía una relajación fisiológica medible con diferencias estadísticamente significativas en la actividad cardiaca y las variaciones de temperatura corporal de estos niños comparados con el grupo control que no realizaba esta actividad.
A partir de este momento, han sido mucho los reportes científicos que demuestran los efectos positivos del empleo de los mandalas, por ejemplo, para mejorar la atención en personas con déficit de atención (Green y colb. 2013), ayudar a procesar conflictos interpersonales en adultos con discapacidad mental (Schrade y colb., 2011); aliviar el estrés y la ansiedad (Curry y Kasser, 2005; Walsh y colab., 2005; Sandmire y colab., 2012), y reducir los efectos del estrés postraumático (Henderson y colab., 2007). Incluso, se ha demostrado el efecto positivo que tiene el realizar alguna actividad artística (incluyendo la creación de mandalas) en la disminución de la ansiedad en personas que se encuentran al cuidado de familiares con cáncer (Walsh y Weiss, 2003; Walsh y colab., 2007), e incluso en los mismos pacientes que pasan por el proceso de diagnostico y tratamiento de cáncer. Por ello, algunas clínicas como Mayo Clinic emplean los mandalas como herramientas para ayudarlos en este proceso.
Existen sin embargo, algunos otros reportes que han intentado corroborar el efecto positivo de los Mandalas sin éxito aparente (Henderson 2012; Mann, 2013). Desafortunadamente, a pesar de que muchos de los participantes dijeron sentirse beneficiados en general cuando participaban en el proceso creativo, los resultados estadísticos no avalaron las hipótesis.
Cuando se analiza la metodología empleada no extrañan los resultados. Primeramente, se dan solamente 20 minutos para la creación o coloreado del mandala. Quizás este tiempo sea adecuado para la técnica de colorear, pero es insuficiente para crear mandalas, para lo cual se requiere de al menos una hora. Cuando entras en el proceso de creación el tiempo pasa a un segundo plano y existe solamente la sensación de estar ahí!. Esto genera una cierta frustación en los participantes que posiblemente se refleje en los resultados del test de ansiedad. En segundo lugar, la actividad se realiza solo una vez y se evalúa el efecto inmediatamente al concluir el dibujo. Aunque se pueden obtener beneficios inmediatos como una mejoría en el bienestar general, el trabajo con los mandalas no es como tomarse una aspirina para aliviar el dolor de cabeza (incluso en estos casos, esperas al menos una media hora!). Y finalmente, hay que reconocer lo difícil que resulta evaluar parámetros de satisfacción y bienestar de forma que se puedan cuantificar.
Está muy claro que elaborar una metodología para este tipo de estudios puede resultar complejo, sobre todo contar con un número adecuado de personas sanas interesadas en colaborar y ofrecer su tiempo para ello. Sin embargo, considero que hay que seguir realizando esfuerzos para evaluar cuantitativamente los efectos positivos y los beneficios de la creación de mandalas para la salud y el estado de bienestar general. Esto contribuirá a que estas herramientas puedan ser usadas y aplicadas en sectores médicos para beneficio de todos."