jueves, 11 de agosto de 2011

«¿No debías, a tu regreso, compadecerte de tu compañero?»



Si Pablo VI indicó en más de una ocasión la «civilización del amor» como fin al que deben tender todos los esfuerzos en campo social y cultural, lo mismo que económico y político, hay que añadir que este fin no se conseguirá nunca, si en nuestras concepciones y actuaciones, relativas a las amplias y complejas esferas de la convivencia humana, nos detenemos en el criterio del «ojo por ojo, diente por diente» (Ex 21,24; Mt 5,38), y no tendemos en cambio a transformarlo esencialmente, superándolo con otro espíritu. Ciertamente, en tal dirección nos conduce también el Concilio Vaticano II cuando hablando repetidas veces de la necesidad de hacer el mundo más humano (GS 40), individúa la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo precisamente en la realización de tal cometido. El mundo de los hombres puede hacerse cada vez más humano, únicamente si introducimos en el ámbito pluriforme de las relaciones humanas y sociales, junto con la justicia, el «amor misericordioso» que constituye el mensaje mesiánico del evangelio.
El mundo de los hombres puede hacerse «cada vez más humano», solamente si en todas las relaciones recíprocas que plasman su rostro moral introducimos el momento del perdón, tan esencial al evangelio. El perdón atestigua que en el mundo está presente el amor más fuerte que el pecado. El perdón es además la condición fundamental de la reconciliación, no sólo en la relación de Dios con el nombre, sino también en las recíprocas relaciones entre los hombres. Un mundo, del que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo de justicia fría e irrespetuosa, en nombre de la cual cada uno reivindicaría sus propios derechos respecto a los demás; así los egoísmos de distintos géneros, adormecidos en el hombre, podrían transformar la vida y la convivencia humana en un sistema de opresión de los más débiles por parte de los más fuertes o en una arena de lucha permanente de los unos contra los otros.
Por esto, la Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús.

Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in misericordia» c. 7, §14 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

EVANGELIO DEL DIA

martes, 2 de agosto de 2011

Los Mentirosos: Modos de reconocerlos...


Ya sea una ‘mentirita piadosa’ o una mentira más grave todos –y absolutamente todos-, alguna vez en la vida, mentimos. Justamente por este motivo, saber identificar al mentiroso es muy importante.

No sólo el cuerpo muestra señales de una mentira sino también nuestro rostro. Si querés aprender a identificar a las personas que no te están diciendo la verdad, seguí leyendo los pasos …


* La duración de los gestos y emociones son anormales. La expresión de una emoción se da de forma tardía, dura más de lo natural y se detiene súbitamente. Por ejemplo, si una persona se ríe de un chiste que contaste y su risa se corta súbitamente, probablemente no le haya causado demasiada gracia.

* A la hora de manejar sus emociones, los tiempos no suelen concordar y eso también es poco común. Por ejemplo, alguien honesto puede gritar que le gustó mucho un regalo que le hiciste y luego mostrar una sonrisa, mientras que un mentiroso tiende a concentrar la sonrisa y el comentario en el mismo tiempo.

* Sus gestos y sus expresiones tampoco concuerdan. Si una persona te dice que te quiere pero está mostrando una cara de indiferencia, es obvio que lo que esta diciendo no es coincide con lo que realmente siente.

* Las emociones de todo tipo, desde felicidad y sorpresa hasta tristeza y enojo, solamente se expresan limitadamente a través de su boca en vez de toda la cara. Por ejemplo, alguien que sonríe con naturalidad este gesto implicará todo su rostro. Incluirá movimientos en su mandíbula, mejillas y ojos.

Usualmente, la mayoría de las personas, a no ser que estén acostumbrados a mentir toman posturas diferentes cuando esconden la verdad.

* Si alguien sabe que es culpable de haber mentido toma una postura defensiva. Alguien “inocente” cuestionará tus sospechas y tratará de averiguar el por qué de tus dudas, mientras que un mentiroso simplemente dirá que no a todo con pocas palabras y explicaciones.

* El mentiroso se sentirá incómodo al encarar a la persona que lo cuestiona y, por ese motivo, no te mirará a los ojos o mirará hacia otro lado.

* También existe la posibilidad de que ponga –inconscientemente- objetos entre él y la persona a quien le mintió.

* Tratará de cambiar el tema súbitamente. Y si lo logra, de repente, parecerá más tranquilo y volverá a la espontaneidad que lo caracteriza.

Como se dijo anteriormente, el lenguaje del cuerpo es importantísimo para poder reconocer si una persona te está mintiendo o te está diciendo la verdad.

* Mantendrá su expresión física limitada y muy rígida. Si te está mintiendo hará pocos movimientos con las manos, brazos y piernas.

* Evadirá el contacto visual. Cualquiera que no diga la verdad tratará de no mirarte a los ojos. Generalmente, mirarán hacia su derecha. También parpadeará con más frecuencia.

* Se tocará la cara con frecuencia. El rostro, la garganta y la boca son los lugares más comunes.

La forma de hablar –también- cambiará. El cuerpo, sus actitudes, sus movimientos y el mensaje importará para detectarlos. No sólo tenés que interpretar lo que dice sino cómo lo dice.

* Existe una tendencia a usar tus propias palabras para responder una pregunta. Por ejemplo, si vos le preguntas: “¿Fuiste a bailar el sábado?”, alguien que te está mintiendo te responderá de esta manera: “No, no fui a bailar el sábado”.

* Tratará de convencerte más de lo necesario. Si alguien tiene sentimiento de culpa va a hablar más allá de lo habitual, ya que no se sienten cómodos con los silencios y las pausas.

* Hablará de forma monótona. Usualmente, si alguien cuenta un suceso verdadero lo dice enfatizando las palabras. Alguien que no dice la verdad le dará la misma importancia a todo lo que está diciendo.

* Va a usar una manera de hablar forzada y sofisticada. Palabras largas, gramática sumamente correcta y versiones largas de palabras o frases que, en realidad, serían cortas.