miércoles, 25 de agosto de 2010


Uno de los padres de la psicología, Carl Jung, utilizo los mandalas en terapias siquiátricas con el objetivo de alcanzar la búsqueda individual de cada uno de sus pacientes.

Jung elaboró una teoría sobre la estructura de la psiquis humana, sosteniendo que los mandalas representan la totalidad de la mente abarcando tanto el conciente como el inconsciente.

Según la psicología, los mandalas representan al ser humano. Interactuar con ellos es un poderoso instrumento para sanar las fragmentaciones psíquicas y espirituales, ayuda a manifestar la creatividad y a reconectarnos con nuestro ser esencial.

Crear mandalas e interactuar con ellos, ya sea a través de la meditación o con la simple observación, abre puertas hasta el momento desconocidas, dejando que brote de forma libre y natural la sabiduría interior.

Psicológicamente la forma en que se dibuja y/o pinta un mandala tiene un simbolismo especifico. Así, cuando se comienza desde el centro hacia fuera se hace presente una exteriorización de las emociones mientras que, de afuera hacia dentro, es la búsqueda del propio centro y la asimilación del conocimiento, la que se hace presente.

La creación de mandalas es una meditación activa que nos conecta con nuestra propia esencia, permitiéndonos expandir la conciencia y mejorar la comunicación con el mundo.

Su minucioso trabajo desarrolla la paciencia y la constancia de una manera progresiva y segura, despertando los sentidos, mostrándonos aspectos propios hasta el momento desconocidos... a medida que se avanza en la creación o meditación sobre un mandala, se comienza a escuchar la voz de nuestra intuición, desarrollamos de esta forma, la capacidad de curarnos física y psíquicamente, desarrollamos la auto aceptación y la auto observación de una manera natural e intuitiva.

Quien realiza o medita sobre un mandala, emprende un viaje en el cual descubre que cada parte del mandala forma parte de un todo, que cada parte del universo forma parte de uno mismo, descubriendo de esta forma una integración, un equilibrio unificador.

La inspiración

Se habla de inspiración como una cualidad que surge, en ocasiones, de forma espontánea, pero que también puede ser preparada previamente. Así, el artista, para inspirarse, busca estímulos lo suficientemente variados e importantes como para impactar a sus sentidos. En la creación de un mandala, la inspiración mas certera es la que brota de nuestro propio interior. Unos minutos de contemplación, meditación, calma, un ambiente tranquilo y cómodo son mas que suficientes... con la practica y el entendimiento de que todos, absolutamente todo poseemos talento, se asume la innecesidad de altares sofisticados y herramientas mágicas para comprender que las diferentes realidades de todos los días, son también una expresión divina, hallando en cada una de ellas, la esencia misma de cada uno de nosotros. Descubriendo un grado de integración con el "todo", impulsados en dirección a esa totalidad... descubrimos el aspecto divino o elevado de todo lo que nos rodea... el artista deja incubar en su subconsciente estos elementos dejando surgir la posibilidad de plasmar la belleza en un trabajo artístico o plástico.

Todo lo que hacemos en nuestra vida a nivel físico y concreto, tiene sus repercusiones en planos mas sutiles y elevados, y viceversa. Así la creación de un mandala es un simple dibujo para el ojo racional, mientras que para lo sutil, para la intuición, es un mapa que traza el camino a seguir hacia el auto conocimiento profundo, entendiendo incluso, aspectos imposibles de poner en palabras.

La creación de un mandala, es un ida y vuelta entre lo sutil y lo concreto. La inspiración que nos impulsa a su creación, impulsará nuestras actividades y estará viva en todo lo que se constrsuya.

La meta se alcanza con cada mandala terminado, que paradójicamente, simboliza el comienzo de un camino. Se alcanza entonces un grado elevado de conciencia, en donde todos los seres y todo lo que nos rodea, brillan con la magia de lo único, hallando en el universo la esencia de nuestra alma.

La creación

Un mandala posee tres partes básicas: el punto central, la irradiación de ese punto y el limite circular exterior.

El dibujo de un mandala actúa directamente sobre la psiquis unificando por su centro y equilibrando por su ámbito; atrae la vista hacia el punto central o bindu, hacia la unidad, hacia lo divino, hacia nuestro propio centro.

En la creación de un mandala se buscan referentes instantáneos que den a la luz los contenidos inconscientes del alma, ya sea para desarrollar nuestras fuerzas, para la autocuración, o para encontrar y generar armonía, paz y equilibrio interior.

La libertad en la creación se extiende a los materiales: piedras, arena, tizas de colores, acuarelas, acrílicos, en maderas, hojas, metales, etc

Durante la creación es imprescindible estar en contacto con nuestro interior y escuchar atentamente la información que de allí nos llega.

Mas allá de las capacidades artísticas que cada uno posea, es cuestión de sinceridad, de aceptación, de crear con las bases puestas en el amor y el bienestar buscado. De esta forma el resultado será un sincero reflejo de nosotros mismos.

El hecho de crear un mandala y observar sus formas y sus colores, es información directa para el creador, se establece una conexión con los aspectos profundos e internos, conscientes o inconscientes, expresando la bellaza, la alegría, inclusos malos momentos, ofreciendo una solución, una ayuda para el entendimiento y la comprensión intuitiva.

Dibujando mandalas, creamos nuestro propio espacio sagrado, dejando fluir las energías de forma libre y natural.

Al observar un mandala buscamos que nos centre, nos armonice, que nos otorgue paz y bienestar, que estimule nuestras ideas y despierte la creatividad, que nos oriente hacia un objetivo constructivo.

La principal regla en la creación de un mandala es dejar fluir.

Dejar fluir la imaginación, la creatividad, las energías, actuar de forma libre e intuitiva.

Es aconsejable que el dibujo no sea ni demasiado grande ni demasiado pequeño, establecer de ante mano cual será del derecho del dibujo y moverse a partir de allí, dibujar, trazar, pintar en el sentido de las agujas del reloj ya que ese es el sentido en el que fluye la energía, es sumamente importante actuar de forma espontánea, sin preconceptos, evitando la excesiva información que condicione el trabajo. Buscar un significado racional a lo que sin duda no lo tiene, puede truncar el valor esencial del mandala.

La creación en sí, conlleva gozo y entusiasmo, si por el contrario despierta desgano y mal humor, no es el momento o el tipo de trabajo indicado. La sensación debe ser agradable. La concentración y el disfrute van de la mano.

Cuando el subconsciente (puesto en marcha en la creación de mandalas) se encuentra en un ritmo de actividad adecuada, en ningún momento la persona se aburre. Basta con que vuelva la mente un poco sobre si misma, para que infinidad de maravillosas sensaciones broten de lo mas profundo.

Colores, formas y números

Cada vez que se comience a realizar un mandala, hay que empezar de cero. El momento presente es el que cuenta y no lo que sepamos de colores y formas. Hay que dejar que los colores, las formas y los números hablen a trabes de nosotros.

Si bien existe una simbología básica, hay que tener en cuenta los aspectos subjetivos que hacen a cada persona. Así lo que para algunos es hermoso para otros no. Por esta sencilla razón, el mejor análisis y la interpretación mas certera, es la que uno realiza con la simple observación del mandala.

Cada color posee un aspecto positivo y un aspecto negativo, por eso es esencial la auto observación y el estudio detallado del momento en el que se realiza un mandala.

El estudio objetivo de nosotros mismos equivale también a aceptar, aquellos aspectos propios, que tal vez no nos gusten. El mandala es una especie de reflejo interior. La posibilidad de cambio esta siempre presente. Se trata de mirar con los ojos del alma.

Los colores hablan. Vibran con una frecuencia determinada. Cuando un color es integrado a otro, son como las notas musicales que juntas producen una sinfonía. Su complejo mensaje llega de forma instantánea a nuestra comprensión intuitiva.

La mejor lectura de un mandala se lleva a cabo con las "sensaciones" que este despierta en quien lo observa.

CONCLUSIÓN

Cada rincón del planeta, cada cultura, cada religión parece tener un mandala en su haber. La mayoría de estas culturas forman parte de los "registros históricos".

Hoy en día hablar de magia no es de gran trascendencia. La palabra carece de un valor justo. Es la magia de los antepasados la "verdadera magia", de cómo ellos la veían y la vivían, como usaban su propio universo interno para modificar el externo, como utilizaban sus conocimientos en pos del bienestar de los suyos y del cosmos.

Nuestros antepasados vivían integrados a las fuerzas de la naturaleza, eran concientes de la necesidad de equilibrio entre uno y todo.

Personalmente creo que la mejor forma de proteger y preservar la cultura es viviéndola y formando parte de ella. Los mandalas son un legado que van mas allá de la humanidad, son parte fundamental de aquella verdadera magia que duerme en nuestro interior y que despierta con el primer punto trazado.

El circulo es y será siempre un símbolo representativo de la conciencia y sus diferentes planos, de la vida, la muerte y el renacimiento.

La creación de mandalas, la meditación en ellos y la simple observación, representan una puerta que se abre generosa hacia nosotros mismos ampliando la perspectiva del universo en su totalidad.

"Solo se volverá clara tu visión

cuando puedas mirar

en tu propio corazón.

Porque quien mira hacia fuera sueña

Y quien mira hacia dentro despierta"

Carl Jung


http://www.yogakai.com/ricagno.htm