domingo, 25 de enero de 2009

Como sostiene la Lic. Laura Podio

El Mandala: Un puente para armonizar la salud
Las imágenes visuales tienen tal inmediatez que son una herramienta invalorable para la curación.
La tradición hindú sostiene que debemos alimentarnos saludablemente, considerando como alimento a todo aquello que ingresa a través de los sentidos; por lo tanto, es importante observar atentamente con que imágenes “nos alimentamos”.
Los Mandalas, además de ser en general figuras estéticamente muy bellas, tienen la particularidad de ser armónicas y dar una sensación de completitud.
El círculo nos remite a una simbología inconsciente de origen, de protección y de integridad.
El centro hace que pongamos atención a nuestro propio centro.
La imagen hace que nuestro propio interior se vaya ordenando.
Es un arquetipo unificador, un organizador del caos.
A menudo me preguntan como es que actúan los Mandalas en la mente, si es necesario pintarlos o simplemente podemos observarlos.
La respuesta es que actúan en ambos casos; la única diferencia estribara en el mayor o menor placer que cada opción genere. Ciertas personas se sienten inhibidas, incomodas o simplemente impacientes a la hora de ponerse a dibujar o pintar; pues bien, para ellos bastara con observar las imágenes, “sumergirse” en la forma y el color, y las sensaciones que estas provocan.
Las imágenes y el color generan estímulos y sensaciones que producen diferentes respuestas neuroquìmicas a nivel cerebral, que pueden darnos, entreoíros, dos mensajes básicos: endorfinas o adrenalina. En el primer caso sentiremos placer, relajación y bienestar, como un baño saludable para todo nuestro sistema cuerpo-mente. En el segundo caso la respuesta es el displacer y la huida, generando estrés en todo nuestro sistema psico-físico.
El arte, para quien sienta afinidad por el, puede ser un compromiso diario con su ser interno; poder iluminar con colores nuestro pequeño Mandala diario hará que comencemos a observar nuestra propia integridad, nuestros diferentes estados de animo, y las elecciones de forma o color. Esa sola observación, esos minutos que estemos concentrados dentro de una figura circular o cuadradaza con un centro, posibilitan despertar a nuestro sonador interno, abriéndonos a otras imágenes, y ¿quién lo sabe¿, tal vez descubramos a un artista escondido dentro de nosotros permitiéndole manifestarse.
Podemos expresarnos por todos los medios posibles, para conocernos y vincularnos mejor.
La vorágine diaria en la que vivimos puede ser en parte neutralizada a través de nuestro vínculo con el arte como un ritual sanador, en nuestro santuario personal.

Disfrutemos y dejemos que nuestra fantasía pueda desarrollarse. Seremos los primeros beneficiados.

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